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sábado, octubre 13, 2007

Cremación de todo tú (salvo tus obras)




No es querida despedida
cuando de verdad hace falta.
Tenías la moral muy alta
la última vez que vi tu vida.

Hablabas a lo médico, te habías informado;
pedirías el alta la siguiente semana.
Tenías mil proyectos, “solo el trabajo sana”,
las drogas mantenían tu espíritu excitado.

¡Amabas la vida, de qué manera!
Otros la malgastan sin tu talento,
siempre el mismo injusto testamento
dicta natura, la cruel chapucera.

La misa fue larga y desmadejada.
Siempre te aburría la gente que llora.
El fuego cumplió su misión destructora
y ahora todo tú es una urna dorada.

(Salvo tus obras, que permanecen tan bellas:
eran parte de ti, y tú de ellas)

La vuelta sin ida


La tarde viajera
La inmensa pradera
Las cajas del alma
Respiran con calma

El tren silencioso
País espacioso
Se pierde a la vista
Aquel río brumoso

El mundo es un huerto
De sueño despierto

La tarde viajera
La inmensa pradera
Agita la espiga
La brisa del cielo
¡Que no pare, siga
El tran-tran del suelo!

Para que parezca
Eterna la vida
Que el fin no está cerca
Que hay vuelta sin ida

La hierba se acaba




Anoche soñé con mi abuelo
haciendo en la tarde la siesta
chaqueta de espiga y boina
meciendo la mecedora.

Mis pasos le despertaron
a una quietud aterida
los ojos rellenos de claros
las manos azules de grietas.

Abrió una tierna sonrisa
y socarronas palabras
sobre el crujir de los huesos
cuando la hierba se acaba.

Hirvió café con migallas
y me invitó a merendar
mirando por la ventana
pasar la gente a la braña.

De vuelta al huerto


A la memoria del P. Vicente, párroco


Ahora, cuando el tejo está reverdecido,
cuando sol y lluvia alternan en el aire
y el reloj del campanario al fin se ha decidido
estás, Vicente, de vuelta al infinito.

Ahora, cuando el verdín trepa la muralla
del camposanto y el polvo agrieta los misales,
mientras mi niño ríe con su madre
has, Vicente, perdido la batalla.

Sudabas en el huerto, el día que te vi:
"no da fruto el frutal sin trabajarlo".
Nuevos brotes brotarán de tus esfuerzos.
Nuevas manos se alzarán a cristianarlos.

Porque tú estarás de vuelta al otro abismo,
sin mirarlo todo por encima de tus gafas,
sin soledad ni enfermedad disimuladas
por tu ejemplar alergia al protagonismo.

Eras bueno, Vicente, y ahora estás muerto.
Oración y azadón se sienten huérfanos.
Te los llevaré conmigo de la mano
una tarde de estas que esté, también yo
de vuelta al huerto.


La noche sigue esperando


A veces cuando anochece
y el tráfico desfallece
los ojos echan de menos
la luz que les pertenece.

Lo mismo puede aplicarse
a la nostalgia de años fugaces
cuando dábamos por sentada
una vida joven y fácil
que añoramos.

Pero no escarmentamos.

Caminamos
absortos a pasos nimios;
terminarlo todo al instante.
No apreciamos lo que hoy tenemos
sino lo que ayer despreciamos.

Mientras tanto, la noche sigue esperando
que en tiempo real vislumbremos
la luz que envalentonó a los héroes
a la cual pertenecemos.



Cremación sobre las olas




Un virazón poderoso
levanta espuma de plata.
En el cielo una hoz de hojalata
espeja el mar rumoroso.

Conchas y guijarros en escandalera
musican tu entrada triunfal al elemento;
el universo es piel de gallina en el momento
en que tu barca es consumida por la hoguera.

El ritmo es continuo, constante...
Son olas que van y vienen.
En su movimiento contienen
soplo de vida, muerte acuciante.

Así como las olas del mar vienen y van
Los dones de juventud estaban y no están.

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